Un paso atrás

24.10.2013 10:38

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Por: Harold Cárdenas Lema (harold.cardenas@umcc.cu)

Si algo hemos aprendido en los últimos años es que las transformaciones operadas en el país no han provocado cataclismo alguno. Los hoteles no cerraron por afluencia de cubanos, no hubo crisis inmobiliaria con las casas, los autos no inundaron las carreteras y cuando los cubanos pudieron viajar libremente: no hubo un éxodo. Cada paso ha demostrado que podía haberse hecho desde mucho antes. En estos días se están eliminando en Cuba las pequeñas tiendas particulares que venden ropa a la población, por cualquier ángulo que lo vea no le encuentro lógica al asunto, parece un paso atrás.

Todo comenzó con un discurso de Marino Murillo en la Asamblea Nacional donde dejó entrever que las licencias de sastrería se estaban utilizando para vender ropa importada y eso acabaría pronto. El vicepresidente tenía razón, los locales donde se comercian las prendas foráneas rara vez tienen que ver con sastre alguno y por tanto es legítima la preocupación gubernamental. Pero la solución al asunto no puede ser la usual: botar el sofá por la ventana. No debería ser, pero ya es un hecho. En vez de crear licencias para esa labor o adecuar las ya existentes para que contemple esta nueva realidad, la respuesta ha sido cerrar dichos establecimientos.

Existe un entramado social que depende de estas tiendas, desde la persona que vende hasta el que transporta y quien alquila su casa para esta función, detrás de cada establecimiento hay 6 personas que se mantenían en esta labor y ahora han quedado en la calle.  Pero lo necesita no solo el vendedor sino también el ciudadano. La oferta es variada y más económica que en los establecimientos laborales. Quienes toman medidas así deberían pensar a quién se está afectando, que en este caso es una buena parte de la sociedad cubana. Lo que nunca será lógico es que en el nombre del pueblo, por el pueblo y para el pueblo: se afecte al pueblo.

Un vendedor me cuenta que la razón para esta medida puede ser la fuga de capitales. En ocasiones la inversión para estos pequeños negocios es en dólares provenientes del extranjero y la ganancia regresa luego al lugar de origen, la solución sería tan fácil como cobrar un impuesto para la importación de tejidos para vender. Algo que no se hace porque esta labor no está contemplada entre los oficios permitidos en el país, esto no significa que quienes viven de esto no aporten de forma indirecta, a menudo en el aeropuerto se paga sobreprecio por las mercancías que traen.

Otra razón es que los vendedores de ropa importada no pagan arancel comercial alguno por entrarla al país, ese sistema no existe porque siempre ha sido una actividad ilegal pero la realidad va cambiando y las leyes o la mentalidad de los funcionarios implicados, va quedando rezagada. Ilegalizar esta función es un suicidio político, económico y legal. Se seguirá importando ropa del extranjero y seguirán vendiendo los mismos, con una diferencia, será a escondidas y a precios más altos que los actuales. Resulta cuanto menos una medida que fomentará nuevamente la ilegalidad, a no ser que exista un plan para satisfacer la demanda de la población dentro de los marcos de la ley pero hasta el momento va resultando evidente que no lo hay.

Podríamos sacar una última lectura del asunto, maliciosa pero lógica. Esta medida coercitiva significa un intento por salvar la industria textil cubana que en las tiendas recaudadoras de divisa debe estar experimentando una crisis sin paralelo. Buena parte de los productos del Estado no pueden competir con los precios y calidad foráneos. Tampoco es que uno sienta demasiada lástima porque durante mucho tiempo el precio de los productos estatales ha sido tres y cuatro veces mayor que su valor real, esto se justifica con razones muy nobles pero al final el aumento parece demasiado alto.

Mucho de lo que se dice sobre el tema parte de rumores y suposiciones, no existe mucha información sobre la medida y eso hace sospechar que puede haber algo más detrás de eso. Más que ser caso extraordinario, sería muy normal enterarse por los medios nacionales no del fenómeno concreto sino de la respuesta que le da el Estado. Los cubanos generalmente vemos la respuesta que se le dan a las agresiones que se realizan contra Cuba, pero rara vez nos enteramos del hecho en cuestión. Para ser el país más culto del mundo todavía no se confía mucho en nuestra capacidad de juicio político.

Si algo hemos aprendido en los últimos años es que las transformaciones operadas en el país no han provocado cataclismo alguno. Cada paso que hemos dado podía haberse hecho desde mucho antes, esto demuestra que el problema principal van siendo los funcionarios que le hacen resistencia al cambio y mantienen frenadas las fuerzas productivas del país. En este contexto, combatir un fenómeno indetenible y necesario para la población como la compraventa de tejidos importados, será un fracaso anunciado. ¿No sería mejor crearle un marco legal a esta labor? Por más que pienso la medida no le encuentro beneficio alguno, algo no ha quedado claro o resulta un paso atrás. Espero que no nos cueste demasiado.